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Periodismo Cara a Cara

Neo-desarrollismo

Por Agustín Vargas Medina, periodista y editor de la revista Hábitat

En una mirada rápida a la historia de la economía mexicana después de la Revolución y hasta nuestros días, nos encontramos para nuestra sorpresa (quizá no tanto), que México no ha encontrado un modelo económico eficaz que le permita un desarrollo y crecimiento de largo plazo.

Lo que se observa actualmente es una combinación de diversos modelos que han sucedido una a otro desde 1934, cuando se instauró el primer modelo populista. De ahí a la fecha se han aplicado diversos modelos, pasando por el desarrollo estabilizador, desarrollo compartido, alianza para la producción y el neoliberalismo.

Lo que hoy se presenta en México y que está muy bien reflejado en el Paquete Económico 2025, es un modelo al que los economistas han dado en llamar “Neo-desarrollismo”, que no es otra cosa que la mezcla de todos los modelos anteriores, ninguno de los cuales ha garantizado desarrollo y crecimiento de largo plazo y menos el bienestar de las familias, como falsamente se hace creer.

Los modelos económicos son representaciones simplificadas de la realidad económica que nos permiten entender y predecir cómo funcionan los fenómenos económicos. Estos modelos se basan en una serie de supuestos y simplificaciones para analizar las interacciones entre diferentes variables económicas.

En México, los modelos económicos se refieren a los diversos sistemas de economía por los cuales el país ha transitado a lo largo de su historia. En economía política, un modelo económico es el conjunto de relaciones de producción y sociales que se dan en una estructura económica, ya sea que el Estado las dirija, que se puedan autorregular, que sean mixtas o estén orientadas por las pautas del mercado.

Desde la visión de desarrollo que se tenía durante la Revolución Mexicana, donde se cambiaron cánones previamente establecidos, se ha venido marchando de modelo en modelo sin hallar el apropiado para fundar las bases de un desarrollo a largo plazo.

Mientras los países desarrollados han permitido que sus modelos de desarrollo penetren por décadas en su cultura, en México se ha cambiado la visión del desarrollo cada cierto tiempo.

Lo que han tenido en común los modelos económicos mexicanos ha sido una mala relación entre el poder económico y el político, olvidando el fundamento central de la teoría del desarrollo, que es sostenerla en la visión. Es muy difícil conseguir resultados cuando cada cierto tiempo se cambia la visión y con ello los incentivos, reglas de juego, programas, leyes y políticas públicas.

Neo-desarrollismo

Desde el sexenio anterior, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) destacó la conveniencia de reconstruir la relación entre el poder económico y político para crecer más sanamente, para romper, según el exmandatario, con el círculo vicioso regulación-contrato-corrupción, aunque ésta y la falta de transparencia aumentaron de manera exponencial bajo su mandato.

De ahí viene este modelo, que ha sido llamado neo-desarrollismo, aumentando el rol del gobierno para nivelar los desequilibrios regionales y potenciar las exportaciones. Se intenta fomentar el mercado interno incrementando el poder adquisitivo de la población más pobre. Además, se busca aumentar la inversión en infraestructura y prestar más soporte al sector agropecuario.

Según el gobierno, estos gastos los financiará la disminución de la corrupción en la administración pública. Para aplacar a los mercados financieros se ha confirmado una disciplina fiscal y la independencia del Banco de México.

Con base en este modelo fue como se diseñó el paquete económico 2025, en donde las proyecciones del crecimiento económico, de entre dos y 3%, dependen del incremento de la masa salarial y de la población ocupada.

Así que el optimismo gubernamental se fundamenta, entre otros factores, en la solidez del mercado laboral, aumentos salariales que brindarán a los hogares una mayor capacidad de compra y el incremento al gasto social que garantiza a las familias un nivel mínimo de consumo.

A esto se sumarán los efectos de carácter permanente de las inversiones ejercidas en los últimos años, las cuales favorecerán una mayor derrama económica en el sector turismo y en la región sur sureste; un incremento de la producción de refinado de petróleo que impulsará el sector industrial y una mayor oferta de energías renovables en beneficio de la producción manufacturada.

Como se ve, el discurso oficial está plagado de optimismo, supuestos y metas que en las condiciones actuales de incertidumbre social y política difícilmente se alcanzarán. Pero además, bajo el modelo económico de la 4T (neo-desarrollismo) tampoco se garantiza desarrollo y crecimiento sostenido de largo plazo.

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