Por Juan Barrera Barrera
Todo listo para que este domingo 2 de junio los electores acudan a ejercer su derecho al voto por sus representantes populares, entre ellos se juega la presidencia de la República, 500 diputados federales y 128 senadores, además de otros cargos estatales y municipales. Los ciudadanos deberán votar por la continuidad del proyecto transformador que representa la candidata de la coalición “Juntos Hacemos Historia”, Claudia Sheinbaum o por Xóchitl Gálvez, de la alianza opositora “Fuerza y Corazón por México” que enarbola la idea del cambio.
La gente tiene ante sí esas dos opciones, dos proyectos de país totalmente diferentes. Mientras que Morena defiende el proyecto de la Cuarta Transformación, esto es; un cambio de régimen que es un cambio desde los cimientos que al inicio de su administración se dio a la tarea el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y ahora Sheinbaum Pardo propone continuar con un segundo piso y profundizar los programas sociales, que la distribución del ingreso sea cada vez más justa. En contraparte, la oposición de derechas PRI-PAN-PRD sin proyecto claro se dirigen a sus posibles electores cuestionando los presuntos errores del gobierno de López Obrador, al que acusan de autoritario porque, aseguran, pretende eliminar a los organismos autónomos y gobernar sin contrapesos, volver a los regímenes autoritarios, caudillezcos y centralistas. Califican al gobierno de la 4-T ineficaz y fallido, el peor de todos los gobiernos, principalmente en temas como la salud pública, la educación y a conducción económica.
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Las descalificaciones y la guerra sucia en los medios de comunicación y en las llamadas redes sociales, principalmente, de alguna manera han impedido la libre exposición de ideas y propuestas. El ambiente de violencia política se ha recrudecido conforme han avanzado las campañas, es factor que inhibe la participación democrática de quienes aspiran a un cargo de elección popular.
La candidata del PRI-PAN-PRD, Xóchitl Gálvez, ha preferido seguir al pie de la letra la receta, o manual de guerra, del ex canciller de la administración de Vicente Fox, Jorge G. Castañeda, basada en el conflicto, en el ataque personal y directo, en la construcción de mentiras, sin tregua alguna, en contra de su principal contrincante, Claudia Sheinbaum, pero especialmente contra la figura de López Obrador.
La polarización social que ha acompañado a los mexicanos desde hace décadas, también es riesgo para la participación ciudadana. Pero todo esto en lugar de alejarnos de las urnas debería ser un reto para salir a votar lo más masivamente posible este próximo domingo y darle un voto a la opción por la democracia.
Los electores llegarán a las urnas, sin embargo, con la narrativa de la oposición de que el gobierno de la 4-T se apresta a imponer una elección de Estado, esto quiere decir que ha volcado todos los recursos, materiales y humanos, en favor de la candidata oficial. Por su parte, AMLO ha venido cimentando la retórica de que sus opositores preparan un golpe de Estado técnico. Este escenario estaría sustentado en la relación que guardan con la Suprema Corte de Justicia de la Nación y con el Tribunal Federal Electoral, este último responsable de calificar los comicios.
Sin embargo, esos argumentos, del oficialismo y de los opositores, realmente carecen de sustento político sólido. Ambas coaliciones vienen sosteniendo una suerte de permanente confrontación, en muchos casos alentada desde la principal tribuna de la Nación, Palacio Nacional, en voz de su huésped, el presidente López Obrador que ha utilizado en forma desmedida ese espacio para denostar a sus opositores. La lucha por el poder es encarnizada, esperemos que ninguna de las partes se atreva a cruzar las líneas rojas.
La oposición “Corazón y Fuerza por México” está llamando a los electores a ejercer el voto útil y presionando con un lenguaje agresivo (serán considerados traidores) a los simpatizantes de Movimiento Ciudadano a que no desperdicien su voto en favor de Jorge Álvarez Máynez, porque no tiene ninguna posibilidad de triunfo.
Acaso los estrategas políticos de la alianza derechista del “PRIAN” desconocen que los electores que Gálvez Ruiz es candidata de dos partidos totalmente desprestigiados. El PRI es el partido que viene arrastrando más negativos, según encuestas serias, esta formación política es rechazada por casi la mitad del país, ni siquiera los panistas votarían por él. Por primera vez en más de 90 años, el PRI no tiene candidato presidencial salido de sus filas. En 2018 este partido obtuvo el 15 por ciento de la votación, atrás de Morena (53 por ciento) y del PAN (22 por ciento). Especialistas en el tema le deparan al PRI una suerte de Partido Verde.
En las negociaciones para la formación de la alianza opositora, al PAN le correspondió poner las candidaturas a jefe de Gobierno de la Ciudad de México y a la presidencia de la República. Pero es un partido con muy mala imagen. Hace cinco años sufrió una merma relevante en sus filas por la falta de canales democráticos internos y actos de corrupción, y ese tema le ha pegado en el techo de flotación de su candidata que acumula más negativos que positivos.
A tres días de las elecciones, las encuestas serias le dan una ventaja de 20 puntos a Sheinbaum Pardo sobre Gálvez Ruiz, aunque hay analistas que aseguran que nada está escrito porque han observado que algunas encuestadoras, El Financiero, por ejemplo, han cerrado el margen de diferencia que en su última encuesta le dan un margen de 8 puntos de diferencia, lo que para ellos ese porcentaje representa un empate técnico.
Hay un elemento que llama la atención. Un dato que aporta el investigador del Colegio de México, Willibald Sonnleitner, y que podría definir la elección presidencial este 2 de junio: la probabilidad de que haya un incremento del 25 por ciento de nuevos votantes que podrían ser el fiel de la balanza.
En el noticiario de Aristegui En vivo (28-05-2024) el investigador del Centro de Estudios Sociológicos del Colmex, aseveró que, con base en datos estadísticos, “se puede asumir un incremento de 10 puntos en la participación, pero podría ser superior y llegar hasta los 25 puntos si se toma en cuenta a los nuevos electores que votarán por primera vez y a quienes se abstuvieron en la última elección”.
Esta cuarta parte adicional proviene de los nuevos electores que votarán por primera vez y los que no votaron en la elección intermedia del 2021, elección en la que la participación fue del 52.7 por ciento, mientras que en la del 2018 fue del 63.5 por ciento (el promedio de la participación en las últimas cuatro elecciones presidenciales ha sido del 64 por ciento).
Sin la menor duda a equivocarse, Sonnleitner sostiene que en esta cuarta parte del electorado que no ha votado, pero si el domingo sale a ejercer su derecho al voto, es la que definirá la elección. Por tanto, no hay nada definido, hasta ahora.
Reportero/editor con más de 35 años de experiencia
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