Alberto Ramírez Rivera
Me sorprende que líderes de opinión, periodistas, políticos, estudiosos, académicos, investigadores, dirigentes partidistas, funcionarios, legisladores, utilicen sin ton ni son, sin reflexión y análisis, el término Cuarta Transformación para referirse a lo que no representa el actual gobierno federal.
No se dan cuenta que, con ello, de manera oral y por escrito, sólo ayudan a acuñar (con una 4T) un término que dista mucho de significar una transformación.
Todo cambio político, económico y social ha tenido que ser violento, con muertes entre las partes en conflicto, es decir, una lucha armada con objetivos definidos.
La llamada Cuarta Transformación es solamente un cambio de gobierno, Así, nada más.
Los movimientos de Independencia, Reforma y Revolución significaron luchas armadas con miles de muertes. Fueron y son transformaciones, sin duda, a diferencia de la que asume como membrete el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
De acuerdo con Carlos Marx e ideólogos marxistas, todo cambio radical, toda transformación de un sistema de gobierno a otro, sólo es posible por la vía armada. Lo demás es utopía, demagogia.
Marx abunda: “Para el materialismo histórico, el cambio social se explica básicamente a partir del cambio en el SISTEMA PRODUCTIVO (con mayúsculas) de cada sociedad, y del enfrentamiento entre las clases antagónicas generadas por el sistema productivo”.
Si estamos de acuerdo con lo anterior, podemos decir que la denominada Cuarta Transformación no es nada, es sólo un “quítate tú presidente que voy yo”, simple y sin trascendencia, situación que surge de un proceso electoral.
Es tan sólo un cambio de color partidista y, en este marco, hay que tener en cuenta que Morena es producto de los otros partidos políticos a los que AMLO ahora culpa de todo lo malo y grave que sucede en México.
El actual gobierno (desgobierno) no ha cambiado en nada para el bien de los mexicanos; al contrario, nuestro país tiene sólo un rumbo: el fracaso en todos los aspectos.
En el mandato de López Obrador sólo se asume una lucha de poder por el poder, sin importar el pueblo de México, por lo que estamos inmersos en lo siguiente:
Problemas agudos en empleo, salud, educación, cultura, seguridad, justicia y demás rubros; aumento del narcotráfico y la delincuencia organizada en todas sus formas; desaparición de instituciones claves para el desarrollo del país.
Aumento de corrupción, explotación y marginación en cada una de las entidades, y continuidad del neoliberalismo con consecuencias peores que en anteriores gobiernos. Agregue usted otros.
López apantalló con el término 4T a millones de mexicanos y, con ello, lo convirtió en un poderoso lema de campaña. Gran parte de la población mexicana lo ve como algo grandioso, tanto que realmente cree que el jefe del ejecutivo es el mesías, salvador del mundo.
¿De qué manera el tiempo dará la razón a quienes sabemos que eso de la 4T es una tomada de pelo, si quienes hacen la historia de México acuñan el término en todo momento?
López es un “mandatario” que carece de gobernabilidad y él lo sabe. Advierte ya que esta situación continuará hasta que las tribus o grupos antagónicos de su partido (negocio) político, Morena, se enfrenten y erosionen entre ellos. Es decir, que su partido tendrá el mismo fin que tuvo el PRD.
Morena se debilita y llegará a su fin no porque la sociedad mexicana haga algo porque así sea, sino porque una mayoría de ciudadanos que llevó al poder a AMLO ya se dio cuenta de que el tabasqueño es el peor presidente que ha tenido México.
En suma, millones de mexicanos ya se percataron de que al tabasqueño le pesa la ignorancia que lleva a cuestas desde siempre, que a nombre del membrete 4T utiliza los conceptos de democracia, austeridad y honestidad como banderas políticas, así como el discurso hueco y de engañabobos que a diario vierte.
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Reportero/editor con más de 35 años de experiencia
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