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Periodismo Cara a Cara

En guerra de EU, mexicano trabajó en armería

Armando Germán Cisneros

Por Alberto Ramírez Rivera

In memoriam a Armando Cisneros y Trápaga

En California de los años 40, un mexicano coadyuvó desde su oficio a que no escaseara el material bélico para los soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial y, en México, logró mantener el gusto de los aficionados al deporte del pancracio.

“Luchador en la vida y luchador en el ring”, así se puede definir la trayectoria laboral y deportiva de Germán Armando Cisneros, quien dejó la lucha libre al decidir marchar al vecino país del norte en busca de mejores alternativas laborales.

Así lo narra Armando Cisneros y Trápaga, hijo de este personaje que cruzó como “bracero” o “mojado” el Río Bravo en esa época. Nos descubre un breve fragmento de vida en su familia, surgida mientras don Germán se encontraba en el extranjero.

Cabe mencionar que hace siete años falleció don Germán. Sus hijas e hijo lo recuerdan con mucho cariño.

Durante la plática, el único hijo varón de don Germán, Armando, fallecido hace unos meses,nos hace ver que un migrante, como su padre, tomó una decisión difícil al querer buscar el llamado “american dream”, la que lo hizo apartarse de su familia, sin saber si la vería pronto o no.

En esa nación hay millones que viven extrañando su casa, padres, hermanos y amigos. Hay quienes dejan enterrado el ombligo (un ritual de origen indígena que vincula a los recién nacidos con la tierra que los vio nacer) y sueñan con volver.

En aquella época, para que un mexicano se suscribiera al Programa Bracero, debía presentar sus documentos básicos que lo acreditaban como originario de México.

Ya en la frontera del norte, las autoridades de salud estadounidense, le aplicaban un examen de sangre, luego lo fumigaban con la ropa puesta.

Acompañado de su hija Odette, Armando destaca que su padre fue responsable y trabajador en Guadalajara, donde se dedicaba a luchar con el apodo de El Cuervo

Cisneros-

En esta arte marcial -expresa- mi padre fue grande y destacaba, se apasionaba en el cuadrilátero compitiendo con grandes profesionales del pancracio; creo que dejó escuela e interés a las nuevas generaciones de jóvenes que les gusta este deporte.

Fuimos una familia humilde y faltaba el dinero, por lo que mi papá toma la iniciativa de ir a buscar el llamado “sueño americano”; lo logra en la industria de las armas y le va muy bien económicamente, dice.

Relata que luego de estar una temporada en California, don Germán regresa a México y, en Puebla, donde vivía la familia, instala una tienda de abarrotes.

De la tienda de armas en Estados Unidos le piden regresar al trabajo, ya que de lo contrario perdería derechos laborales.

No le queda otra que regresar a ese país, pues en la armería había logrado la nacionalidad estadounidense, aparte ganaba buen salario y gozaba de derechos.

A pesar de que conoció a otra mujer en la vecina nación del norte, con la que vivió, siempre tuvo comunicación con sus hijas e hijo, quienes vivieron con su abuela al partir el papá.

Alto, de tez morena y con una salud envidiable a sus 81 años de edad, Armando comenta que su papá Germán Cisneros pedía a las hijas y a él que fueran a visitarlo. En ocasiones, sólo las hermanas iban, incluso una de ellas se quedó a vivir allá.

Reconoce que a la edad de 15 años tuvo rencor hacía su progenitor, porque creyó que había abandonado para siempre a la familia.

No obstante, la madurez y honestidad asumidas en su juventud le hicieron reflexionar, y mantuvo la certeza de que su padre sólo salió a buscar un mejor nivel de vida, como muchos lo hicieron en los años 40.

“Mientras vivió mi papá, los “diciembres” de cada año, resalta, me hablaba por teléfono para darme felicitaciones; él se fue cuando yo tenía tres o cuatro años de edad”.

“A mi papá también le gustaba mucho el béisbol; cuando yo era chico, me llevaba a los campos llaneros donde se jugaba, dice con nostalgia”.

Recuerda que cuando era niño, la primera vez que viajó a Estados Unidos, acompañado de esposa y hermanas, en la aduana se presentó un problema relacionado con la documentación, ya que llevaban pasaporte y no la visa.

Sólo una de sus hermanas se salvó de la situación porque traía consigo la tarjeta de residente, la cual le permitía el fácil acceso a la Unión Americana.

Finalmente se arregló el conflicto. Iban a cruzar la frontera en coche, aunque con la consigna entre la familia de fingir que dormían en los asientos.

Comenta Armando que le sugirieron que si un agente aduanero le preguntaba de dónde eran, respondiera “I am american”.

Y así fue, uno de los policías le preguntó varias veces. Armando respondía con su mal pronunciación del inglés: “I am american”, “I am american”, “I am american”.

Una hermana bajó del automóvil y pidió al agente que registrara las mochilas que traían en la cajuela. Esto permitió distraer al uniformado para que dejara de cuestionar a Armando, quien una vez que les permitieron continuar su marcha, le grito al agente: “I am germany”.

Como se comprenderá, en ese tiempo Estados Unidos libraba la batalla más grande de la historia contra el ejército nazi de Alemania.

Entre risas y llamadas de atención a Armando, todo quedó en una broma. Lograron entrar a la Unión Americana, donde ya su papá los esperaba.

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