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Periodismo Cara a Cara

Lula Da Silva, un liderazgo desgastado 

Luis Inacio Lula da Silva

Sebastián Godínez Rivera.- Politólogo, egresado de la FCPyS/UNAM

Luiz Inácio “Lula” Da Silva se ha convertido en uno de los personajes más emblemáticos de Brasil y América Latina. No solo por su historia como sindicalista, luchador social y político, sino porque ha sido de los personajes que han marcado el final del siglo XX y las dos décadas del XXI. 

Su papel como uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT) el 10 de febrero de 1980 ha marcado la historia política del país. El PT es uno de los institutos políticos que ha marcado la transición a la democracia del gigante sudamericano; es un partido de izquierda que en su momento pugnó por el socialismo democrático, pero conforme pasó el tiempo, adquirió tintes laboristas y de centro izquierda.

No obstante, fue Lula quien se encargó de moldear las diversas aristas del PT de acuerdo a las derrotas electorales, las condiciones políticas y su ascenso al poder. El actual mandatario brasileño ha sido gestor de una política exitosa a nivel macroeconómico, social y material. Sin embargo, también ha sido muestra de cómo un partido ha centralizado el poder en una figura y ha personalizado a este, impidiendo el ascenso de nuevos liderazgos. 

El eterno candidato (1989-2003)

El mandatario brasileño es de los pocos personajes políticos que han marcado la historia de un país por sus constantes postulaciones a la presidencia. Lula Da Silva aspiró al Palacio de Planalto con una retórica radical de izquierda basada en la teología de la liberación, la distribución de la riqueza y la implantación del socialismo; esto generó un distanciamiento con las clases medias y empresariales. 

Esto fue aprovechado por el candidato del Partido de la Renovación Nacional (PRN) encabezado por Fernando Collor De Mello (1989-1991); fue el primer ejecutivo de la república tras la caída de la dictadura. El sindicalista aceptó la derrota al igual que su partido; cabe destacar que la pieza clave de su derrota fue que la gente percibía al PT como un instituto socialista. En consecuencia, ese mismo año Europa Oriental se liberaba del yugo de la Unión Soviética, lo cual repercutió en la imagen de Lula propiciando una derrota.

El presidente de Mello no culminaría su mandato, pues en 1991 estalló una investigación que lo señalaba de corrupción. Esto detonó protestas que exigían su destitución, Da Silva fue un amplio promotor de las movilizaciones; al final el mandatario renunció y el poder fue asumido por Itamar Franco. Durante ese periodo Lula se dedicó a reestructurar su partido, sin embargo, optó por mantener la retórica izquierdista radical. El líder social pensó que con el fracaso de un gobierno de derecha, entonces como si de un péndulo se tratara la gente optaría por la izquierda del PT.

Para los comicios de 1994, Da Silva se presentó nuevamente, pero no contaba con que el exministro de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso (FHC), sería el aspirante del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) sería su adversario. El exintegrante del gabinete logró bajar la inflación, además contaba con el apoyo de la clase media, los académicos, empresarios y algunos obreros.

Si bien Cardoso no era de una izquierda pura, su moderación mermó la campaña de Lula quien insistía en mantener un discurso radical y socialista. Además, FHC contaba con una extensa experiencia como académico; un sociólogo que formuló junto con el politólogo Enzo Faletto la teoría de la dependencia. El fantasma del socialismo seguía presente en el país y sumar al líder sindical de izquierda que perdió contra de Mello no parecía una opción atractiva para los brasileños. 

Para 1997 estalló una crisis económica la cual generó que el poder adquisitivo de los brasileños cayera. Lula pensó que esto le favorecería para los comicios de 1998 a los cuales se postuló, empero, la gente vio a Cardoso como la opción para terminar con la crisis y lo reeligió. Hasta este punto el PT y Lula construyeron una relación simbiótica en la cual desde su fundación hasta las elecciones de 2003 fue su único candidato, en consecuencia, el partido adquirió tintes personalistas.

Los partidos personalistas se caracterizan por ser un vehículo para un líder carismático, si bien el PT fue ganando terreno en el legislativo y en gubernaturas. Sin embargo, Lula fue el único candidato de ese partido y esto conllevó a una personificación del poder que se tradujo en debilidad partidista y en una institucionalización débil al contrato con un personaje central o un líder moral de la izquierda brasileña como lo es Luíz Inácio Da Silva.

Lula al poder (2003-2011) y en el gabinete (2016)

A inicios del nuevo siglo, el candidato del PT, Luiz Inácio Da Silva se convirtió en el presidente del país. La moderación en su discurso izquierdista y el cambio en su imagen física sirvieron para que la gente viera en el sindicalista una opción viable. Ganó con el 61% de los votos en la segunda vuelta. Ahora bien, más que su gobierno y sus políticas, es pertinente señalar que su personalidad lo convirtió en un personaje querido.

Su procedencia proviene del norte de Brasil, sitio habitado principalmente por personas pobres; la llegada de un obrero representó un cambio en la clase política que estaba acostumbrada a los empresarios y académicos. Finalmente, el pertenecer a la izquierda no es considerado un factor esencial en su elección, sino que la constante participación de un personaje en los comicios era síntoma de las políticas implementadas por las élites. 

Durante la administración petista, se lograron varias victorias a nivel municipal y de gubernaturas, esto en parte al trabajo de Lula como presidente y también las simpatías que despertaban algunas candidaturas. Durante estas contiendas los petistas destacaron que su programa se acción era de un partido reformista y no de uno de extrema izquierda revolucionaria como lo señalaba la oposición. Lula forjó esta imagen y a través de su política social, la inclusión de empresarios en el gabinete y la apuesta por la industrialización generó certidumbre; aunado a que redujó la política de miedo hacia el PT.

Como ocurre en todos los partidos políticos, el PT se burocratizó abandonado las posiciones de extrema izquierda que dieron su origen en los años 80. Asimismo, se conformó una cúpula partidista que era cercana al ejecutivo, lo cual desmoralizó a parte de sus seguidores quienes percibían al partido como instrumento de transformación social. Además, los casos de corrupción comenzaron a imperar, lo cual se traspasó a la imagen presidencial, generando un desgaste de este. 

Esto no impidió que Lula se reeligiera en 2006, ganó con el 60% de los votos en un ballotage frente a Gerardo Alckhim del Partido Socialista Brasileño (PSB). La victoria del sindicalista se debió a su ejercicio del poder y a la ola de gobiernos progresistas que vivía la región, la llamada ola rosa. El mandatario continuó con su política social y reformista, sin embargo, también fue construyendo el camino para la sucesión de 2011. 

Entonces optó por una economista que luchó contra la dictadura, Dilma Russeff; quien se había desempeñado como Ministra de la Casa Civil. Lula fue el motor para impulsar la elección de Dilma quien se convirtió en la primera presidenta del Brasil. El objetivo era designar a una candidata que continuara con los preceptos del PT y que tuviera suficiente independencia de su antecesor. Este movimiento se entiende como un intento para iniciar la despersonalización del partido y el gobierno brasileño.

En 2016 iniciaron las investigaciones contra el expresidente Lula por su presunto desvío de dinero de la empresa Petrobras y la operación de Lava Jato, en la cual se mencionó que el presidente recibió 8 millones de reales. Las investigaciones cimbraron al país y lastimaron al gobierno de Dilma, quien nombró al ex mandatario como MInistro de la Casa Civil. Ante estos hechos, la presidenta comenzó a ser señalada de brindar inmunidad política. 

El Tribunal Supremo de Justicia invalidó el nombramiento y luego de diversas carpetas de investigación fue encarcelado. La acción despertó protestas en todo el país exigiendo su liberación y convirtiéndolo en mártir. He aquí la esencia de un liderazgo carismático, sin pedirlo movilizó a las masas quienes clamaban su liberación y acusaban de persecución a la derecha del país. En ese mismo año se materializó la destitución de la presidenta por presuntos actos de corrupción.

El personalismo en su esplendor (2022- actualidad)

Fue liberado en 2019, durante el gobierno del derechista Jair Bolsonaro; en 2020 la justicia declaró la inocencia del expresidente. Esto lo habilitó para competir en las elecciones de 2022; cabe destacar que Lula de acuerdo a diversos sondeos era el único que podía vencer a Bolsonaro. No había otros perfiles del PT que pudieran hacer frente al mandatario, en ese sentido, el expresidente optó por competir de la mano de su ex adversario Gerardo Acklim.

De esta forma intentó neutralizar el discurso antisocialista con el cual se señalaba al sindicalista de generar pobreza. Finalmente, Da Silva compitió y ganó en la segunda vuelta con el 50.9% de los votos; aquí reside la esencia del liderazgo de Lula su constante permanencia en la política y en la opinión pública lo ha posicionado como el único líder de la izquierda brasileña. Si bien ganó un tercer mandato, esto se debió a que era el único con posibilidades de hacer frente a Bolsonaro.

Da Silva se ha convertido en un pilar del sistema político y del PT, lo cual habla de un alto nivel de personalismo que puede ser contraproducente. Posiblemente Lula no podrá competir por un nuevo mandato y será deber del partido formar nuevos cuadros que logren crecer dentro del lulismo, pero con un aura propia que les permita crecer como una opción que no dependa de un líder carismático. El partido enfrentará un horizonte sin su líder histórico y dependerá de su estructura mantenerse como una fuerza política vital, una opción marginal o su extinción.

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