Miles de ciudadanos marcharon en favor de la República
Por Sebastián Godínez Rivera/Politólogo/Colaborador de RCCA Noticias
El domingo 19 de mayo la gente se volcó a las calles a dos semanas de distancia de la cita con las urnas. Un Zócalo lleno de gente vestida de rosa y blanco, abrazó a la candidata presidencial Xóchitl Gálvez y al candidato a la jefatura de gobierno Santiago Taboada. A lo largo de semanas, la sociedad civil fue criticada por el oficialismo al decir que se quitaron la careta y son un movimiento político.
A Morena y al “lopezobradorismo” les molesta que la gente se manifieste en torno a una candidata que no es la suya o su partido; ahí exhiben su ignorancia sobre la concepción de la democracia, la cual implica: 1) libre manifestación; 2) pluralidad; 3) libertad de pensamiento y el derecho al disenso; y 4) la participación ciudadana. Es sabido que el ejecutivo y su candidata quieren un modelo testimonial en el que la gente vota cada 3 o 6 años, pero no fiscaliza al gobierno.
El corazón de la Ciudad de México hizo sentir su voz, así como otras localidades a lo largo y ancho del país. Morena criticó la presencia de los candidatos, pero ignoran los festivales del presidente a lo largo de cinco años; la marcha luego de la defensa del INE; sus giras de despedida por la república. El oficialismo busca someter el libre pensamiento de los sectores críticos, a los que considera ingratos o golpistas.
López Obrador se concibe como el dueño de las marchas, de los símbolos patrios y de la calle. Solo un líder autoritario puede concebirse como fuente y monopolio de la libertad de expresión. Sus simpatizantes y aliados aplauden sin cuestionar la deriva populista en la que México está inmerso, algunos consideran que la destrucción institucional será acompañada de un nuevo régimen, no obstante, la 4T solo garantiza el regreso a los años 70.
Por primera vez, unos candidatos han logrado unificar a los tres partidos de la transición democrática, pero también han hecho que la sociedad civil se identifique con las diversas candidaturas coaligadas. Ahora bien, la marea rosa y otras organizaciones nunca ocultaron su respaldo a la oposición; al contrario ellos llamaron a los institutos políticos a la apertura con la ciudadanía para los comicios del 2 de junio.
Asimismo, en la historia reciente los colectivos de ambientalistas, feministas, madres buscadoras, clase media, académicos entre otros apoyaron no a un partido sino a una persona. Se pretenderá refutar mi argumento diciendo que en 2018 eso lo hizo López Obrador, empero, al analizar esa coalición conformada por el Partido del Trabajo y el extinto Encuentro Social, no tienen la fuerza ni el peso político en el sistema de partidos.
Los sectores mancillados a lo largo de esta administración han hecho escuchar sus voces que pugnan por el respeto a todas las voluntades:
La marea rosa ha aglutinado a perfiles del periodismo que exigen seguridad para trabajar; a las madres buscadoras que pugnan por los restos de su desaparecidos; una clase media denostada desde la máxima tribuna; trabajadores de la salud, el Poder Judicial y otros gremios que han visto afectadas sus prestaciones; las mujeres que exigen respeto a sus derechos; y la academia que ha sido objeto de ataques por quienes la consideran un sector corrupto que defiende intereses extranjeros.
La marcha del domingo es muestra de la pluralidad mexicana y de la resistencia frente al autoritarismo que busca rehabilitar el sistema hegemónico. Asimismo, la defensa de los contrapesos, de las instituciones y sobre todo de la frágil democracia que hemos construido a lo largo de 30 años. La gente no está dispuesta a entregar su libertad, en aras de un gobierno autoritario y plagado de corrupción que promete un segundo piso.
Un segundo piso de transformación, pero ¿qué conlleva? falta de medicinas para la gente y los niños con cáncer; la destrucción de la Corte, el Tribunal Electoral, el INE y todos los organismos autónomos; la censura las y los comunicadores para evitar críticas; dinamitar las universidades para alinearlas a un proyecto de gobierno; la defensa de megaproyectos que no tienen funcionalidad alguna; entre otros hechos.
La marea rosa es el punto más alto de una serie de demandas y reclamos que hacen frente a un presidente absolutista que concibe al país como un feudo del cual él es el dueño. México aspira al futuro con una economía competitiva, a una nación democrática donde el ejecutivo no sea un emperador sexenal. El hiperpresidencialismo es un capítulo negro de la historia que debe quedarse en los libros y se debe impedir su regreso.
Es importante destacar que la molestia del oficialismo contra la sociedad civil se debe a que no se manifiestan en favor de Claudia Sheinbaum; pensemos si en esta concentración fueran Morena o sus candidatos el centro, el ejecutivo la exaltaría hasta el cansancio. Asimismo, la actitud reaccionaria se debe al nerviosismo por los próximos comicios, lo cual es curioso ya que López Obrador repetía hasta el cansancio que la oposición estaba moralmente derrotada.
Para el mandatario ha sido una sorpresa que haya sido la sociedad quien sacudió a los partidos opositores y los forzó a reactivarse. La respuesta provino de un grosso de la población que históricamente ha sido calificada como apática, la clase media. Por otro lado, fue este estrato social quien obligó a los partidos a defender al INE, al Tribunal y al Poder Judicial, es decir, instituciones que el “lopezobradorismo” pretende destruir.
En conclusión, la oposición a lo largo de esta campaña ha estado activa y ha capitalizado el malestar con el oficialismo, pero ¿le alcanzará para ganar el 2 de junio? La bondad de la democracia es que tenemos la certeza que nuestro voto cuenta, pero no sabemos quién ganará; es mejor saber quién triunfará y no dudar si nuestro sufragio sirvió.
Mientras tanto, el ambiente cada vez se calienta más en víspera de los comicios concurrentes. Las pasiones están al tope en ambos lados ya que el país se debate entre el autoritarismo y una democracia imperfecta. Al presidente le fallaron los cálculos y la oposición no está derrotada como él decía.
PD. Al presidente le fallaron los cálculos políticos y eso lo ha mantenido irritado, quizá si en su juventud hubiera entrado a sus clases de prospectiva tendría un panorama más claro. Eso distingue a la Ciencia Política dura como herramienta de análisis de la politiquería que es el pan de cada día del ejecutivo.
Sebastián Godínez Rivera es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. Cursó un diplomado en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Fue profesor adjunto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente, es columnista en Latinoamérica21, RCAAA Noticias.com, Politicx y conductor del programa de radio Café, política y algo más.
Reportero/editor con más de 35 años de experiencia
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